Autor: Giacomo Zolezzi, Jefe de Crecimiento en Perú Sostenible
En un contexto de inminente guerra comercial entre China y EEUU, Perú es una vez más anfitrión de la Semana de Líderes Económicos de APEC, un espacio clave de integración económica en el que los países de la región Asia-Pacífico impulsan el comercio y la inversión, esta vez colocando como un eje clave el desarrollo inclusivo y sostenible.
Este último tema también fue recientemente revisado en la COP16 de Biodiversidad, donde se destacó la importancia del empoderamiento y resguardo a las comunidades indígenas para lograr la conservación de ecosistemas clave, como la Amazonía. Este espacio alberga importantes activos para el desarrollo del planeta y actividades económicas, tanto lícitas como ilícitas, que hoy dominan dicho territorio. Esto nos debe llevar a reflexionar que la conexión entre la biodiversidad y la actividad económica es un arma de doble filo para un país megadiverso pero con alta informalidad como el nuestro, el cuál debe tornar su atención al resguardo y correcto uso de este tipo de territorios. Si estos no son gestionados adecuadamente, pueden tener efectos directos negativos sobre los distintos grupos de interés: comunidades, gobiernos, empresas e inversionistas.
Perú cuenta con una extensa riqueza biológica. En la Amazonía, por ejemplo, contamos con 15 mil especies de flora y fauna. Y aunque el crecimiento comercial mediante el uso de estos recursos junto a otros, como la tierra y el agua, genera beneficios económicos, una inadecuada gestión puede desencadenar impactos negativos en los ecosistemas y las comunidades que dependen de ellos.
Un claro ejemplo de las amenazas que enfrenta la Amazonía es la tala ilegal, responsable de la deforestación de miles de hectáreas, lo cual impacta tanto a las especies locales, al destruir su hábitat, como a las comunidades que protegen estos territorios, cuyo rol y voto fue reconocido dentro del Convenio de Diversidad Biológica (CDB) durante la COP16. A corto plazo, esta actividad puede ser rentable para pocos, pero sus costos ecológicos y económicos son altos a largo plazo y la continuidad del uso del recurso, limitando la disponibilidad de recursos y el desarrollo económico sostenible.
De manera similar, la minería ilegal representa otro desafío crítico en la región. Este año, se estima que las exportaciones de oro ilegal en Perú aumentarán en más del 40% respecto al año pasado, alcanzando más de $6.8 mil millones. Sin embargo, como en el caso de la tala ilegal, las ganancias rápidas traen consigo consecuencias devastadoras: la deforestación, la contaminación de cuerpos de agua por mercurio y otras sustancias tóxicas, que generan pérdidas económicas estimadas en alrededor de $600 millones entre 2022 y 2023. Además de estas pérdidas, se desperdician oportunidades de aprovechamiento sostenible, ya que una explotación responsable bajo normativas adecuadas podría generar beneficios duraderos para todos los involucrados.
Otro mensaje clave de esta COP fue la estrecha relación entre cambio climático y biodiversidad, que debe considerarse en cualquier agenda de desarrollo. En Perú, el cambio climático intensifica fenómenos naturales como los incendios forestales, que este año han alcanzado una magnitud sin precedentes, afectando ecosistemas que podrían tardar hasta 500 años en regenerarse y provocando pérdidas en la fertilidad de las tierras.
El comercio y la sostenibilidad deben ser aliados que se complementen, generando un presente y un futuro próspero para nuestra sociedad. Si queremos alcanzar nuestros objetivos económicos, debemos asegurar un uso responsable del territorio. Solo así podremos obtener niveles altos de productividad, minimizar cualquier riesgo de degradación y evitaremos llegar a puntos de no retorno.
Nuestra participación en la COP 16 nos ha permitido reflexionar sobre la importancia de integrar la biodiversidad en nuestras agendas y su relevancia en las estrategias de crecimiento económico. El próximo año será clave contar con el involucramiento del sector empresarial en la COP 30 de Cambio Climático, que se llevará a cabo en la ciudad de Belén, Brasil, donde uno de los ejes centrales será la agenda de transición energética. Países como Brasil, Colombia, Chile, México y Perú, tendremos un rol fundamental y debemos alinearnos para atender esta creciente demanda de energía y los requisitos de descarbonización a nivel mundial.
Hacemos un llamado a todas las partes involucradas en el desarrollo de la región a revisar e integrar estas agendas (COP y APEC) para asegurar el desarrollo próspero de los territorios. Sobre todo los que son activos vitales para el desarrollo de la humanidad y donde hoy se encuentran poblaciones en estado de vulnerabilidad.